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Las Kasbahs y los palmerales
Las kasbahs nos hablan de una arquitectura, pero también de una forma de vida. Al sur del gran Atlas y cercanas al desierto, el barro de las kasbahs es cálido en invierno y fresco en verano. ¡Cuantas caravanas y viajeros han pasado noches en estas bellas torres de adobe!
Las fortalezas asombran al principio por la cantidad, por su naturalidad: homogéneas con el color y la austeridad del paisaje, parecen angulares, gigantescas rosas del desierto brotadas en el páramo sin mediación humana. Enseguida podemos notar que el hombre ha tomado partido en ello. Se trata de un arte robusto y utilitario.
Escondido en un palmeral, se puede visitar Amerhidil, que permite hacerse una idea de la compleja estructura edificatoria y social de estas ciudadelas que datan, las más antiguas, del siglo XVII, aunque la mayoría fue levantada a lo largo del XIX y la primera mitad del XX, tiempo en el que la dominante familia de los Glaui, constructora de una gran parte de las fortalezas de la zona, guerreaba o se defendía de otras tribus vecinas y también del ejército francés.
La parte original del conjunto de Amerhidil consistía en un grupo de pequeñas viviendas fortificadas al que mucho después se le añadió la kasbah propiamente dicha, con sus recias murallas y torres de vigilancia. Hoy, el visitante ve unos pequeños jardines y patios interiores en torno a los que se abren las habitaciones angostas, los depósitos de grano y las cocinas. En el exterior, la tierra cocida tiene la envergadura de un gran castillo de piedra y a la vez permite filigranas decorativas en las arquerías ciegas y en los dibujos geométricos acanalados por sus fachadas.
Estas ciudadelas construidas en el pasado por jefes locales y que perpetúan el recuerdo de las luchas de influencia de la época, son el ejemplo perfecto de un arte autóctono, berberisco, de carácter rural – en el cual la pobreza de la materia prima (barro seco y ladrillos crudos) está compensada por la decoración geométrica (tableros, triángulos, vigas, rombos, cruz, rueda solar).
Desaparecida la verdadera realidad, el mundo de ficción se apodera de las kasbahs del Atlas. Los estudios de Ouarzazate, que tienen, hasta en su portada babilónica, una pretensión colosal. Pero ya antes de que existieran los estudios se filmaban películas aquí, y quizá la más famosa de todas sea Lawrence de Arabia, donde figuraron como fondo romántico las kasbahs de Ait Ben haddu. Otras películas, sin embargo, han dejado leyenda en la zona. El cielo protector, por ejemplo, en la que Bertolucci utilizó la kasbah pero también el ksar habitado de Taurirt, en las afueras de Uarzazat. Taurirt y Ait Benhaddu son puntos culminantes del itinerario de las kasbahs, asi como Teluet.